No miro atrás, perdono pero no olvido

Y pasó como si nada. Se encontraba caminando frente al lugar donde le dijeron que no había cura para su enfermedad. Lugar que ahora curaba otro tipo de enfermedades, enfermedades del alma.

A dos cuadras más adelante se encontraba el café-bar que alimentaba su existencia de placer. Entró y lo primero que hizo fue pedir el tinto americano que tanto le llenaba el alma. Seguido de esto, sacó su celular para rectificar la hora. Encendió un cigarrillo mientras escuchaba de fondo una canción que coreaba “cha cha cha”. Sonrió y se sonrojó. 

Llegó el mesero, quien con un poco de picardía y nervios le entregó su pedido. “Quiero morirme de manera singular” sonaba en los amplificadores replicando a César Mora. Mientras saboreaba su tinto americano la pareja que se encontraba en la mesa del frente se dedicaba a cuchichear. El hombre, asumía ella, era feo debido a la anchura desproporcionada de su espalda. Y la mujer, ama de casa debido a la torcedura en sus dedos y venas varices. La vida es muy hijueputa, pensaba Clara.

Pasados los minutos, pasaron dos mujeres contando monedas para poder coger el bus que las llevaría a su destino. Clara pidió la cuenta y dejó las vueltas para el mesero pícaro. 

Mientras caminaba hacia la avenida, sonó su celular, y respondió. Resultó ser su abogado, comunicándole que no había futuro en el caso que se encontraban luchando. Sin palabra alguna colgó y siguió caminando con desasosiego. La vida es muy hijueputa, volvió a decir.

Al otro día se levantó calcando su rutina diaria, hacer su desayuno, arreglarse y salir a buscarle sentido a la vida. Nadie se repara luego de esa noticia tan abrupta. Ni siquiera Héctor Lavoe podría escribir una canción que reflejara el dolor de Clara. Volvió a pasar por el lugar que la mató en vida. De la puerta colgaba un letrero que invitaba a seguir. Sorprendida y emputada, entró. La duda la consumía viva. 

Unas luces de neón le guiaban cada paso. De golpe se encontró con una barra y una mujer vulgar que se dedicaba a secar vasos de cerveza. Clara inmediatamente pensó que se había equivocado de lugar, pero nada de eso, las escaleras donde se sentó a llorar el día de la noticia, eran las mismas, hasta el primer escalón seguía con una esquina rota. Fue ahí donde entendió que la vida volvía a jugarle una mala pasada.

Se sentó en una silla giratoria frente a la mujer y la miraba como pidiéndole explicaciones. Inmediatamente la mujer le ofreció algo de la carta. Sin atreverse a mirarla, exigió un vaso con agua con limón. El estómago se le revolvía de la angustia. Sin rechistar, la mujer se lo sirvió. Clara se lo bebió en fondo blanco sin rechistar tampoco. Seguido de esto empezó a sonar “Triste y vacía”, canción que la hizo llorar sin filtro. 
  • Héctor le jodió la vida a todos de la forma más hermosa - dijo la mujer.
  • La vida me jodió de la forma más hijueputa que existe - respondió Clara.
  • Por eso vino acá, me imagino.
  • No tengo idea de dónde estoy, entré por curiosidad.
  • Es un burdel y usted no parece venir a pedir trabajo.
  • No estoy tan necesitada.
  • Eso pensábamos todas al principio y vea donde terminamos.
  • Pero usted solo sirve tragos, no le toca duro.
  • ¿Cree que por servirle un vaso de agua me toca fácil? Como mierda todos los días.
  • Ya le debe saber rico entonces.
En ese entonces entró un señor robusto, calvo y tatuado. 
  • Buenos días Estela.
  • Quéhubo Julio. ¿Todo bien?
  • Haciendo lo que se puede.
Inmediatamente se perdió entre una cortina. Estela empezó a barrer y Clara miraba el lugar como si sus ojos tomaran fotografías. Se giró con la silla y sacó una lagaña de su ojo derecho. Sin pensarlo, preguntó:
  • ¿No se supone que un lugar como este abre hasta la noche?
  • El mundo está al revés doña - respondió mientras movía una silla.
La escoba impulsaba tapas de cerveza olvidadas en una esquina.
  • ¿Se mueve mucho el negocio? - preguntó Clara irónicamente.
  • Se mueve más que su culo, seguro.
  • ¿Qué tiene mi culo?
  • Nada, eso es lo que tiene.
  • ¿Cree que no serviría para trabajar acá?
  • Si vendiéramos tinto, hasta de pronto.
Barraca por el comentario, sacó del bolso una caja y enseguida encendió un cigarrillo, por decencia le ofreció a Estela, y ella aceptó sin rechistar. Se sentó al lado de Clara y le dijo:
  • Dígame la verdad, ¿qué la trae a ese sitio de muerte?
  • ¿Qué hace usted trabajando en un sitio de muerte?
  • Muerte somos y en muerte nos convertiremos.
  • Buen punto.
  • Mujeres como usted tan refinadas no suelen venir, no es su sitio ideal. Los hombres vienen huyendo de mujeres como usted.
  • Afortunadamente nunca me casé.
  • Desafortunadamente yo sí, por eso monté este lugar. 
  • No veo la relación - le contestó Clara sorprendida.
  • Hombres son hombres mamita, y las que somos capaces de salir adelante sin ellos, terminamos en cosas así. Me cansé de que llegara borracho y me pegara.
  • Sigo sin ver la coherencia de sus respuestas.
  • Ayudo a hombres desolados e incomprendidos por el mundo. Cosa que nunca pude hacer por mi William.
  • ¿Y cómo se supone que los ayuda?
  • Haciéndoles entender que la vida no es un juego y mucho menos las mujeres. Si quieren venir a acostarse con una de las chicas, lo tienen que hacer con respeto, sobrios. No tolero abusos.
  • ¿Y le ha resultado?
  • Cuando las cosas se salen de control Julio interfiere, es como nuestro papá acá. Se encarga de la seguridad.
  • No me cabe la menor duda, con semejante porte.
  • Y tremendo semental - respondió Estela sonriendo sin reparo y creando una cortina de humo.
En ese momento Julio salió entre la tela y empezó a organizar el lugar.
  • Ahora cuénteme, ¿qué la trajo por acá? - preguntó Estela apagando el cigarrillo.
  • Ya le dije, la curiosidad. 
  • La curiosidad mató al gato, y por lo que veo, usted sigue viva.
  • Por ahora - y apagó el cigarrillo también.
  • ¿Se va a morir?
  • Todos moriremos.
  • Me refiero a que si se va a morir pronto.
  • Parece que sí. Me dieron la noticia en este mismo lugar, antes de que se convirtiera en esto, claramente.
  • Nunca supe qué funcionaba acá antes.
  • Un centro clínico - y se le aguaron los ojos.
  • ¿Quiere otro vaso de agua?
  • A este paso me voy a terminar bebiendo su bar, mejor dejemos así.
  • Tendrá que dejar algo para los clientes - mientras sonreía inocentemente.
  • No es fácil recibir una noticia de ese tipo, menos cuando tiene tantas ganas de vivir.
  • La vida es muy hijueputa.
  • Eso mismo digo yo. Acá se siente un poco menos.
  • Gracias, trato de crear un ambiente sano entre lo que puedo.
  • 2 de febrero, 8:30 de la mañana. Entro por la segunda puerta que se encuentra a la derecha de las escaleras. El doctor me espera con las piernas entrecruzadas y desde ahí supe que todo se iba a derrumbar apenas él abriera la boca - prende otro cigarrillo - me siento y sin anestesia me dice lo que ninguna persona merece ni debe escuchar: 7 meses de vida. Inmediatamente salgo del consultorio, bajo las escaleras y me siento a llorar en el primer escalón, que tiene una esquina rota. Mientras lloraba sentía que mi vida tenía relación con esa esquina; rota, sin futuro, sola. Han pasado 4 meses. Al segundo mes de la noticia, el centro clínico lo tumbaron, en las noticias dijeron que se habían quedado sin recursos y lo vendieron. Y mire lo que resultó siendo. Este lugar pasó de ser un calvario para algunos, a un paraíso para otros. Así es la vida, muy hijueputa. 


Clara le transmitía rabia y desasosiego a Estela mediante su historia y eso llevó a que las dos se tiraran a llorar en la barra desconsoladas. Luego de un buen rato, botando las penas en un burdel, las dos se hicieron fuertes y dejaron el tema a un lado.

Clara desde ese momento se la pasa en ese lugar, en donde le encontró sentido a la vida; no porque se acueste con cualquier pendejo que se le cruce, sino porque ahí es donde ve las cosas de otra forma y ayuda a esos hombres desolados y abandonados. Con solo sus palabras, un vaso de agua con limón, y una cajetilla de cigarrillos. Definitivamente la vida es muy hijueputa.





















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